En el escenario ha confirmado una vez más las cualidades de una voz sin fisuras.
Por Marcos Torío / EL MUNDO.
Foto de Jordi Avellá.
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Foto de Jordi Avellá.
El
cantante Pablo Alborán llena la Plaza de Toros de Palma con la presentación de
'Terral'.
No
han pasado tantos años desde que Pablo
Alborán colgaba
en Youtube sus vídeos cantando y tocando en la guitarra. Nada de versiones,
temas propios en busca de un ojeador cuando Internet no era enemigo sino
aliado. Lo fichó una multinacional y va por el tercer disco,
después, por cierto, de cambiar de discográfica. El éxito, arrollador. El
público está rendido: despacha copias como churros y agota las entradas de los
conciertos semanas antes de celebrarse. ElTerral
Tour llegaba ayer al Coliseo Balear lleno
hasta los palcos.
Las pantallas de un
escenario sin florituras muestran a Alborán agitado, se supone, por ese viento
malagueño, el Terral que titula la gira. Los 9.000 de la
Plaza de Toros de Palma gritan a una y el ídolo ataca Está permitido, el
primero de un seguido de temas del último disco, que interpretará prácticamente
al completo. Llegan La
escaleray los aires de bossa
nova de Pasos de Cero, que
aprovecha para mover la cadera a lo Ricky
Martin. Delirio. Simplemente delirio. Por un tris tras de
pelvis. Saluda y agradece a los que se han pasado una semana acampados para
tener un lugar en la primera fila. "Muero por vosotros. Me dejo la
piel", dice antes de sentarse al piano para interpretar Ecos y Recuérdame,
un baladón con papeletas para convertirse en un tema importante de su
repertorio.
Quimera y Un buen amor devuelven
a un Alborán que ha perdido rigidez sobre el escenario y se atreve hasta con
coreografías tímidas junto a su banda. Parece que disfruta, pero hace bien en
dosificar esos avances porque no debería pilotar en la liga de los horteras dellatineo que, a
falta de una voz en condiciones, lo fían todo a la música atronadora, las
vueltecitas y el paquete. Alborán, por contra, independientemente de que uno
empatice con el género que cultiva, despliega una voz firme, limpia, infalibre
y nítida. Canta bien y bonito, sin hacer escorzos ni ponerle el micrófono al
público.
El primer tramo del
concierto se dedica en exclusiva a Terral y cabe
preguntarse -ya que el disco ocupa la mitad del repertorio- si además de la
lógica promoción y presentación no hay un intento del artista por reivindicarse
después de confesar que lo ha grabado con libertad y tocando muchos de los
instrumentos. Por mucho que haya ganado en independencia, no debe, sin embargo,
restarle méritos a los trabajos anteriores, más pulidos en conjunto.
Caramelo tiene un estribillo
bien armado que en directo crece con la guitarra, las palmas y el cierre en
alto de su voz. Perfecta una vez más.
La parte central del
concierto incluye las canciones que han cimentado su talento melódico y las
canta con la intimidad natural que las compuso. Es un acierto que la banda,
lejos de ahogar las canciones, arropen la voz en El beso, Perdóname o Te echo de menos.
Éxtasis confirma su inquietud
por no estancarse en la canción melódica y resulta una buena forma de romper la
inercia de las baladas, pero la sorpresa está en Volver a empezar,
remozada con aires de los 50 y que hubiera resultado perfecta y reivindicable
para el cierre. Mejor incluso que Vívela.
¿Por qué no intentar un disco así? La radiofórmula manda mucho y una trompeta jazzera con
cantante español es cicuta.
Los bises están al
caer y las caderas han vuelto a triunfar. Pelvis. Coreografía minimalista.
Delirio. Y más delirio. Guiños a Mallorca y agradecimientos al promotor Toni
Rubio, que le sirvió un par de primeras veces en el inicio de
su carrera.
Suena Por fin, justo
después de Solamente
tú, la canción de su lanzamiento. En el estribillo, se emociona
ante los coros. Se atreve incluso a cantar una estrofa en catalán.
Se arranca por
bulerías con sentimiento y más allá del oficio. Canta parte de un tema que Alejandro
Sanz escribió para Niña
Pastori. Ya ha tocado el piano, la guitarra, los timbales y el
cajón flamenco. Hay talento en Alborán y no podrá explotarlo solo. De los guías
y de que la ambición no se diluya y disperse dependerá que crezca y firme un
disco redondo. La cadera debe seguir siendo una anécdota.
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