Por V.Guerrero / Noudiari.es
Estaba cantado. Él ya
partía con ventaja porque ellas ya venían enamoradas de casa, no hacía falta
esperar a las 22.15 hs.
Cuando Pablo Alborán pisaba el escenario entre un
grito ensordecedor. Cinco segundos después se perdió la cuenta de las veces que
se oyó gritar “guapo”. Amor a primera vista en la primera cita del cantante
malagueño con sus fans de Ibiza.
Alborán agradeció
varias veces el trato recibido en la isla y repitió las “ganas que tenía de
estar en Ibiza”, incluso bromeó
con la posibilidad de quedarse a vivir. La respuesta: otro grito ensordecedor.
El flechazo se respiraba en el aire y se leía en las pancartas de los
seguidores y seguidoras más entregados, apostados en la primera fila, algunos
desde muchas horas antes de la cita.
En total alrededor de
7.000 personas se sumaron a la velada con Alborán, en el segundo y último de
los conciertos del Estiu Jove 2015. Si el primero fue la prueba para que la
organización se organizara, valga la redundancia, en esta ocasión fue
impecable.
En cuanto el cantante
de 26 años pisó el escenario saltaron las chispas, aunque ya habían saltado
unos minutos antes de su llegada en una pequeña pelea en el centro del recinto,
a pocos metros del escenario, que los responsables de seguridad finalizaron
enseguida. Lo que no hubo fue desmayos, ni mareos, ni bajadas de tensión. Una
velada dentro de la normalidad.
Y la cita transcurrió como cabía esperar. El cantante,
entregado, encandiló con su ‘vozarrón’ y mantuvo avivada la llama con algún que
otro contoneo de cadera que se agradeció, también como cabía esperar, con otro
grito ensordecedor. Interpretó varios temas de su último disco, ‘Terral’
(2014), que da título también a su gira de este año, ‘Terral 2015′, pero no
faltaron las canciones que le han lanzado al estrellato y que todo el público
coreó, como ‘Perdóname’ o ‘Te he echado de menos’.
Cuando se fueron
sucediendo ‘Caramelo’, ‘Dónde está el amor’ o ‘Éxtasis’, entre otras canciones
del repertorio de sus cuatro discos de estudio con sólo 26 años, el público
estaba más que entregado; algunos ofrecieron su propio espectáculo (y todos los
que estaban a la derecha del escenario lo saben) y eso que una vez más, los
‘precios populares’ no eran tales.
Nada ensombreció un
concierto en el que Alborán pasó por el piano, tocó la guitarra, se sentó en la
caja de percusión y se atrevió hasta con los timbales. También preguntó al
público si “¿nos ponemos flamencos?” y ante el abrumador sí, se dejó llevar. El
de Ibiza ha sido el único concierto de su gira en el que no se han agotado las
entradas, pero hay que reconocer que el artista se esforzó.
No lo pasaron tan
bien, todo hay que decirlo, unas cuantas decenas de padres, maridos, hermanos y
otros acompañantes, que aguantaron estoicamente a pesar de que su cara
reflejara que preferirían estar en otra parte. Muchos disimulaban, pero se
sabían las canciones y tenían que luchar contra su interior para no
canturrearlas.
La cosa, en cualquier
caso, podría haber durado mucho más, pero tras dos horas de concierto, Pablo
Alborán se despidió de la isla y aquí es cuando el idílio se rompió. ‘Cada
mochuelo a su olivo’, pero todos con buen sabor de boca. Y otro grito
ensordecedor.
0 comentarios:
Publicar un comentario